En este capítulo se reseñan aspectos históricos, culturales y ambientales
de la población criolla radicada en el
noroeste chaqueño desde fines del siglo XIX, a partir de la comprensión del
modo de alimentación que –así lo entendemos- es una de las puertas de entrada
más interesantes para comprender el modo en que viven, sienten y piensan los
diversos pueblos. Esta investigación surge de una intención común entre la
Subsecretaría de Interculturalidad y Plurilingüismo del Ministerio de Educación
y la Revista Chacú, del Instituto de Cultura de la Provincia del Chaco.
De dónde provenían?
De dónde provenían?
Es en el paraje denominado “El desemboque” (en Salta) donde el Bermejo,
caudaloso río que baja del Altiplano de Bolivia arrastrando los deshielos de
las altas cumbres, se bifurca en dos ramas: el Teuco al Norte, y el Bermejito
más al Sur, los cuales corren separados unos quinientos kilómetros para unirse
luego con el nombre original de Bermejo, en el punto conocido por “La
Confluencia” próximo a Fortín Lavalle.
Desde fines del siglo XIX -siguiendo las líneas de esos ríos- antiguos
pobladores que provenían de Salta se fueron asentando en diferentes lugares del
noroeste chaqueño, desplazados por las entregas de tierra pública a colonos, en
la vecina provincia de Salta (Astrada, 1906). Desde Santiago del Estero, la
corriente pobladora procedente de zonas adyacentes al río Salado, se asentó en
la zona oeste, actual Taco Pozo y sudoeste del Impenetrable.
Es importante destacar que se trataba de campesinos o pequeños
productores familiares, cuyos modos de vida, posibilidades de alimentación y
sobrevivencia, estaban y lo siguen estando muy ligados al territorio, en tanto
mapa cognitivo de recursos y significados, donde desarrollan sus redes
comunitarias. Estos campesinos también trajeron con ellos o recibieron
influencias del quechua y de otras lenguas indígenas de la región.
De esa población criolla se consignan datos socioculturales y fotografías
que he registrado en la zona noroeste del Chaco, otros suministrados por
entidades que han trabajado o trabajan en la zona, libros o investigaciones a
los que he accedido, cuyos detalles constan al pié de esta nota.
Ignacia
Salto. Su familia era de origen salteño
asentados en el noroeste chaqueño
desde fines del XIX.
|
Criollos del campo
Algunos de estos criollos eran descendientes de otros pueblos indígenas
del noroeste argentino, ya mestizos, invisibilizados para poder sobrevivir
cuando ser indígena era sinónimo de vida en riesgo. Pequeños ganaderos con
agricultura de subsistencia, cuyas condiciones de vida se asemejan en muchos
aspectos a la población indígena, con la que convivieron social y culturalmente
muy próximos, en la mayoría de los casos en situaciones de pobreza extrema. A
pesar de ello, posicionamientos de identificación social y étnica que
incentivaron imágenes a veces estereotipadas, a veces irreductibles, como
resultado de las construcciones ideológicas
dominantes respecto a la “identidad nacional” produjeron fricciones entre
criollos e indígenas.
Si bien en la categoría “criolla” se incluyen desde los mestizos hasta
los descendientes de inmigrantes o una ideología con determinados componentes
“nacionales”, hay grupos que han estado más o menos próximos en los
posicionamientos sociales, y en casos han formado familias y adoptado la cosmovisión del
otro. Sin embargo han sido los indígenas los social y culturalmente más afectados por la ideología
del racismo. Los mestizos criollos –a su vez- también han sido víctimas, no
sólo por –a veces- invisibilizar su origen para sobrevivir, siendo también en
algunos casos por ser servidores de estancieros de cualquier origen o condición
étnica, de los ejércitos, del poder de turno.
El monte como fuente de vida, la sequía y
la sed
El monte provee a la población criolla lo esencial para la vida. Los
frutos de arbustos y árboles como el algarrobo, el mistol y el chañar, siguen
siendo fuente de alimento, tanto para humanos como para los animales. También
la miel y a veces animales silvestres. La alimentación está muy vinculada a las
características ambientales del chaco seco. Otras especies de la región que sobreviven
a los históricos desmontes son: el quebracho colorado y blanco, palo santo,
palo cruz, vinal, numerosas especies de arbustos, entre las que se encuentran
las llamadas “sachas”, que son utilizadas no sólo como alimento, sino también
para cubrir otras necesidades.
Desde tiempos antiguos, el cuero que no se
utilizaba para las artesanías, se entregaba al “bolichero” a cuenta de la
yerba, del azúcar, del tabaco, del vino, entre otros elementos. De las lanas de
ovejas se hacen todavía hermosísimas mantas tejidas y jergones para las
monturas. El ordeñe de las cabras provee la leche para el alimento, o se
procesa en quesos. En muchos casos cuando la mujer no podía amamantar a sus hijos
los criaba haciéndolos mamar directamente de la ubre de una chiva mansa, única
posibilidad de que sobrevivieran. En mi experiencia con Médicos del Mundo
(2005) tuve la oportunidad de comprender el enorme conocimiento que existe
-tanto en la población indígena como en esta población criolla del noroeste
chaqueño- de las propiedades y uso comestible y medicinal de muchos elementos
del monte.
Doca. Fruto con el cual se elabora un exquisito dulce. |
Al no existir barreras orográficas, los vientos son muy fuertes,
preponderantemente del norte, y las lluvias no superan los 600 mm anuales. El
monte sigue siendo la única reserva de agua y el único amortiguador de
temperaturas extremas, que a la vez protege el suelo de la desertificación.
Los modos en que la población calmaba la sed, y aún los animales, en el
riguroso clima del Chaco Seco, han sido registrados y he constatado que todavía estas prácticas se
mantienen. Muchos –a falta de agua- saciaban la sed comiendo el cogollo de la
palma Pindó, tomando el agua de
lluvia o de las heladas que se estancan en las vainas o cunetas que forman las
hojas del caraguatá al nacer directamente del tallo; o bebiendo el líquido que
contiene en su interior el tubérculo que forman en sus raíces el yacón y el mecho-aka. Estas dos hierbas caricáceas, subtrepadoras, fueron
estudiadas y clasificadas, posiblemente por primera vez por el Dr. Esteban L.
Maradona, “quien con una perseverancia y modestia de sabio auténtico, ha
dedicado gran parte de su vida al estudio de la flora de los territorios de
Chaco y Formosa” (Bergallo, José R., 1948).
Todavía hoy, tanto humanos como animales,
calman la sed y en ocasiones estos
últimos casi exclusivamene con el agua de los cactus (tunas y pencas), la ulúa,
el quishcaloro, el quimil, la tunilla, el cardón, el ucle, la sacha-rosa, el
cardoncillo, entre otros. Como se ha dicho gran parte de la alimentación la provee el monte, por
tal motivo se desarrollan prácticas que la aseguran todo el año especialmente en
las estaciones que estos no abundan y en tiempos de seca.
Prácticas alimentarias y bebidas
La base de gran parte de la alimentación, tanto
salada como dulce, la provee el monte. Para la conservación de los granos los
campesinos utilizan la “troja”, también lo hacen los indígenas. Numerosas
especies de la flora son de gran valor alimenticio en el chaco seco.
Charqui |
La “aloja” –fermento de la algarroba- es una bebida ceremonial muy
difundida en una parte del Chaco y en Salta, Tucumán y Santiago del Estero,
siendo consumida no sólo por indígenas, sino también por criollos.
Tradicionalmente los pueblos indígenas de la región celebraban comunitariamente
con esa bebida fermentada el tiempo de abundancia y fertilidad, la estación en
que la naturaleza da sus frutos, muchos todavía lo hacen. Tal fiesta tiene un
carácter ceremonial, sagrado, en tanto responde a una cosmovisión que sostiene
que los árboles, lagunas, u otros elementos o espacios del monte tienen sus
propias entidades espirituales protectoras. Todavía se sigue celebrando con aloja. El libro “Las veladas del
Bermejo” relata el modo en que se preparaba esa bebida hacia mediados del siglo
pasado, ya sea en grandes tinajones de barro cocido que los santiagueños llaman
“puñu”, y los salteños “noques”, o en troncos de palo borracho, donde la
algarroba, previamente triturada a mortero, se deja macerar en bastante
cantidad de agua, hasta que la presencia de burbujas denota que entra en estado
de fermentación. Era común -entre los pobladores de una zona- programar para la
“fiesta de la algarroba” reuniones escalonadas o sucesivas que se encadenaban
de tal modo que al terminar la alojeada
en un rancho empezaba en otro, hasta que se terminaba la fruta con el verano.
El consumo ritual de la aloja sigue siendo hasta el día de hoy una
costumbre. Dichas reuniones cuentan siempre con la concurrencia de un grupo más
o menos numeroso de vecinos que sentados en rueda entonan al son de la “caja” (rústico
tambor armado con cuero de chivo) interminables coplas, mientras el delicado
brebaje circula con frecuencia en jarros de guampa.
La
posibilidad de sustentabilidad
En los últimos años se está dando un proceso colectivo muy interesante en
comunidades criollas de la región noroeste en un radio de setenta km de Nueva
Pompeya, y próximos a Wichi-El Pintado, como resultado de acciones
organizativas y de capacitación. Asociaciones civiles como Acupci, Amigos de
Güemes, Promonte, y las incipientes
organizaciones de consorcios de los servicios rurales son un ejemplo. Hay
pequeños productores que a través de la Subsecretaría de Agricultura Familiar
de la Nación han experimentado siembras de pasturas bajo monte por medio de la
Red Agroforestal Chaco, con capacitación de técnicos de la Universidad Nacional
de Buenos Aires y de la Universidad Nacional de Córdoba con resultado muy satisfactorio
en cuanto sustentabilidad ambiental y económica (Pizzi y Córdoba, 2012).
Estos son –en su mayoría- pequeños ganaderos, agricultores familiares con
un promedio de sesenta u ochenta vacunos y caprinos y pocos animales de corral,
que usan aguadas naturales y cercos de ramas, y tienen muchas dificultades para
el acceso a los servicios del estado, tanto como para la comercialización de
sus productos. Hasta hace pocos años, cuando no disponían las familias de
algunos planes sociales, se trasladaban a las colonias para cosechar algodón,
ya que constituía –además de la producción para la alimentación familiar- la
única fuente de ingresos, o la venta de algunos animales. Actualmente en la
zona hay seis edificios escolares, pequeñas iglesias y cementerios familiares.
Si bien todavía no se realizó un relevamiento, se estima que al menos
ciento cincuenta familias campesinas viven en el lugar. Muchas de ellas, señalan
Pizzi y Córdoba (2012) tienen hijos mayores que comenzaron a emigrar a
Resistencia o Buenos Aires a falta de más tierras donde producir independientemente
y formar sus propias familias. Por diversas razones históricamente han tenido muchas
dificultades para la realización de trámites para gestionar la legitimidad de
su tierra, como dispone la Ley de Tierras 2319.
El 10 de noviembre, Día de la
Tradición, tiempo de primavera, es un día muy, muy importante, que se aguarda
con mucha ansiedad anualmente y que supone una reunión comunitaria en un predio
bajo los árboles destinado a tal fin, a la que acuden los criollos y sus
familias en cabalgata-procesión desde los diferentes parajes de una misma zona.
Así, van en caballos y carretas portando virgencitas (la Virgen del Valle que
se venera en el noroeste especialmente, entre otras), banderas y otros símbolos
que son colocados en una parte del predio donde se realizará la celebración, a
modo de protección y como esperanza para el tiempo que vendrá. La fiesta dura
todo el día e incluye el asado y diferentes preparados de alimentos:
tortas-parrillas, empanadas de charqui, pulenteados, entre otros.
La taba y otras artes o juegos
de destreza criolla que se realizan en el Día de la Tradición, están muy
vinculados a la actividad de estos pequeños ganaderos. La taba se practica en
el oeste chaqueño desde antiguo tiempo, se construye con el “astrágalo”, uno de
los huesos que integran el tarso de los animales vacunos, el cual posee una
cara cóncava en forma de “S”, que es la de la suerte. Se les suele aplicar una
plancha de metal recortado con el monograma del propietario o algún motivo
alegórico. La destreza consiste en una misteriosa sensibilidad para arrojar la
taba tanteando el peso y sus movimientos irregulares para clavarla en el lugar
exacto y en la posición correcta, sin “rodadas” ni “arrastres”
innecesarios.
Tortas-parrillas. Se elaboran con harina, grasa y salmuera. |
Con la lana de oveja se tejen
mantas o
“jergones” para el
“ensillado” de los caballos.
|
Están también las domas, las carreras cuadreras, el juego de la sortija. El caballo es uno de los elementos más importantes de la identidad criolla, y es cuidado e investido como tal. De tal modo se pueden observar diversas señales, adornos, mantas bordadas, elaborados con delicadísima artesanía en cuero y lana hilada, que hacen del animal el orgullo del jinete.
Es un día de comunión, reencuentro, afirmación de creencias, señales de identidad, y de deseos comunitarios. Todos se presentan con sus prendas artesanales impecables, especialmente los gauchos y sus caballos. A la tardecita comienza la música. Con las guitarras las chacareras y chamamés, luego las coplas, por momentos improvisadas, que se enlazan unas a otras al sonido de las “cajas” y ruedan sus ecos por el monte plenas de la sabiduría y sentimientos tan especiales que sólo se recogen o aprenden en la experiencia del hombre con su tierra.
El joven Juan R. (en el centro) tiene el “alma” de la copla |
Cualquier proyecto de agricultura extensiva en
la región no sólo no sería sustentable ni ambiental ni culturalmente, sino que
impediría la sobrevivencia de estos campesinos en ese territorio, ese lugar en
el mundo donde los abuelos o
bisabuelos que se asentaron soñaron con desarrollar su existencia y una vida
mejor para sus descendientes.
***
Señales de lluvia
El campesino tiene por signos muy probables de lluvia los siguientes:
* Cuando los monos lanzan un característico grito agudo y estridente.
* Cuando en las noches cálidas se ven las víboras cruzando los caminos
* Cuando las hormigas forman una especie de casulla alrededor de la puerta de la cueva, para evitar que entre el agua.
* Cuando la araña deja de tejer y achica el telar.
* Cuando los alacranes y arañas pollito salen a caminar de noche.
* Cuando para el viento.
* Cuando las luciérnagas “ihsoindih” vuelan bajo.
* Cuando los alguaciles vuelan en bandadas.
* Cuando el aguará grita de noche.
* Cuando retoza el tigre hollando el suelo, o rasgando la corteza de los árboles.
* Cuando el algarrobo descarga una especie de resina.
* Cuando florece el “tupishá-hú”, un yuyo que se utiliza para la fabricación de escobas rústicas.
* Pero el árbol que al respecto goza de un cimentado prestigio, es uno de la familia de las bignoniáceas, conocido por “palo cruz”, “uriñaj” en quichua, “toro-rataig” por el guaraní correntino, “payaguá-labón” por el guaraní paraguayo y “polledokoik” por el pilagá. Tal árbol cuando va a llover se llena de flores blancas, en cambio cuando son amarillas sólo anuncian cambio de tiempo.
El campesino tiene por signos muy probables de lluvia los siguientes:
* Cuando los monos lanzan un característico grito agudo y estridente.
* Cuando en las noches cálidas se ven las víboras cruzando los caminos
* Cuando las hormigas forman una especie de casulla alrededor de la puerta de la cueva, para evitar que entre el agua.
* Cuando la araña deja de tejer y achica el telar.
* Cuando los alacranes y arañas pollito salen a caminar de noche.
* Cuando para el viento.
* Cuando las luciérnagas “ihsoindih” vuelan bajo.
* Cuando los alguaciles vuelan en bandadas.
* Cuando el aguará grita de noche.
* Cuando retoza el tigre hollando el suelo, o rasgando la corteza de los árboles.
* Cuando el algarrobo descarga una especie de resina.
* Cuando florece el “tupishá-hú”, un yuyo que se utiliza para la fabricación de escobas rústicas.
* Pero el árbol que al respecto goza de un cimentado prestigio, es uno de la familia de las bignoniáceas, conocido por “palo cruz”, “uriñaj” en quichua, “toro-rataig” por el guaraní correntino, “payaguá-labón” por el guaraní paraguayo y “polledokoik” por el pilagá. Tal árbol cuando va a llover se llena de flores blancas, en cambio cuando son amarillas sólo anuncian cambio de tiempo.
*
Cuando
la luna tiene una especie de aureola, cuanto más grande, tanto más grande será
la tormenta.
“Las veladas del Bermejo” (1948)
Agradecimientos:
A los criollos del noroeste con
quienes he compartido diversos momentos y celebraciones.
A INCUPO, con quien he compartido actividades
en diferentes épocas, que lleva décadas
de trabajo con los pequeños productores, campesinos, y que ha publicado -entre
otros textos- hace veinte años una
maravilla como “El monte nos da comida” I y II”, producto de una investigación
muy interesante.
A la Ing. María Luisa
Pizzi y el Lic. Héctor Horacio Córdoba, Técnicos de la Subsecretaría de
Agricultura Familiar de la Nación, en nueva Pompeya, por los datos de
diagnóstico.
Al Museo del Hombre Chaqueño,
especialmente a Gabriela Barrios y Eduardo Barreto, por la gentileza del acceso a documentación importante.
A Susana Schlak y Emilio Chuaire, de la Subsecretaría
de Interculturalidad y Plurilinguismo por sus sugerencias y aportes.
Bibliografía
*Astrada,
Domingo (1906). Expedición al Pilcomayo. Colonización del Alto Chaco -
Buenaventura -
la expedición - tierras - caminos - antecedentes.
Establecimiento Gráfico Robles y Cía., Buenos Aires.
* Dr. Bergallo,
José R. (1948) Las Veladas del Bermejo. Buenos
Aires. Editorial Ayacucho. En este libro
constan algunos detalles históricos,
culturales y ambientales de esa zona.
* Bergallo, G. Elizabeth (comp.) (2005) La
salud en el oeste indígena chaqueño.
Realidades socioculturales y rituales. Médicos
del Mundo - AECI
* INCUPO (1991) El monte nos da comida I. Reconquista, Santa Fe.
* INCUPO (1998) El monte nos da comida II. Reconquista, Santa Fe.
* Ing. Pizzi, María Luisa y Lic. Héctor Horacio
Córdoba. Técnicos de la Subsecretaría de Agricultura Familiar
de la Nación.
(2012) Informe situacional de los productores
campesinos ubicados en la Zona H.
Nueva Pompeya, Chaco.
Nueva Pompeya, Chaco.
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